«Me siento orgullosa de haber permanecido»

Concha VelascoIndispensable, incansable y voraz, Concha Velasco se ha comido la vida a bocados desde que nació en la calle Recondo de Valladolid hace 73 años. ‘La Chiti’ subía a bailar en las mesas del Casino Militar de Pucela y cantaba ‘Francisco alegre y olé’ al marroquí que la acompañaba al colegio cuando trasladaron a su padre a la ciudad portuaria de Larache. Años más tarde fue ‘Conchilita’ para la argentina Celia Gámez, y ‘Conchita’ en los títulos de crédito de tantas y tantas películas que, en tiempos de Franco, entusiasmaron a una generación de españoles que, por encima de todo, siempre la ha querido y admirado. La niña que quiso ser artista no solo lo logró, sino que con mucho trabajo se convirtió en el rostro y la sonrisa de un país.

Por Juan MG Morán.

Su primera frase en la gran pantalla fue toda una declaración de intenciones –“Descuide”– y a los 18 años fue Paloma en Las chicas de la Cruz Roja, la niña de clase media que triunfa, la mujer que todas querían ser. Divide su carrera cinematográfica en dos etapas, el cine popular de sus primeros años que la dio a conocer al gran público, y las películas que le hicieron crecer como intérprete. Hacer balance sobre la carrera de Concha Velasco no es solo hablar de cine, hay que detenerse en sus canciones –con una personalidad arrolladora convirtió ‘La chica yeyé’ en un himno–, sus obras de teatro, su trabajo en televisión… A esta actriz sin escuela y “de tripa”, tal y como la definía Berlanga, le gustaría haberse encontrado consigo misma para ver qué tal se cae.

Hoy por hoy, presume de haber suspendido solo una vez en su vida –“Tengo el dedo roto de ‘Hello, Dolly!’, la pierna rota de ‘Filomena Marturano’, el pie roto de cuando era bailarina de ballet…”– y declara que la danza viene muy bien para trabajar en el cine –“En España creo que solo dos actrices tenemos estudios de bailarina, Penélope y yo”–. A punto de cumplir sesenta años en la profesión, ‘La Velasco’, “extremadamente supersticiosa y rencorosa, aunque odie serlo”, recibirá el Goya de Honor 2013 rodeada de compañeros y amigos –“Este premio ha protagonizado mis sueños más eróticos. Es muy guapo, muy Rabal”–.

Tener un Goya le ha llevado su tiempo, pero el galardón llega en un momento especialmente dulce de su carrera. En su último espectáculo de teatro, ‘Yo lo que quiero es bailar’, la intérprete vallisoletana le cuenta a su público que la carrera de una actriz siempre empieza y termina con la misma proclama: “Concha Velasco, ¿quién es Concha Velasco?”.  Ella, por haber dedicado “el 70%” de su vida a su trabajo, puede estar segura de que el público no la olvidará fácilmente. Ha conseguido todo lo que se ha propuesto en la vida: “Me ponía zapatos de tacón, me plantaba en las trenzas una flor, me pintaba los labios de carmín y buscaba el valor para decir: “Mamá, quiero ser artista, ¡Oh! Mamá, ser protagonista…”. No solo lo es, sino que es de las pocas que, en estos tiempos, puede gritar en un teatro que nadie echará el telón a sus sueños.

De la Chiti a la Velasco

¿Qué queda de ‘Chiti’, aquella niña que bailaba en el Casino Militar?

Todo. Ahora la única persona que continúa llamándome así en el mundo del cine es Fernando Guillén. Cuando vivíamos en Larache, mi madre quería volver a la península, pero mi padre quería ir a Canarias. Mi madre dijo: “No, porque la Chiti quiere ser artista”.

¿Habría sido diferente su vida si no hubiese visto Tarzán?

Seguramente mis aficiones erótico festivas habrían sido de otra manera, porque ya me dijo mi madre que Tarzán me había marcado. Fue la primera película que vi en mi vida. En Larache el cine no sufría censura y a una niña de cinco años eso le marca.

La figura de su madre es importantísima…

Siempre lo ha sido. Era una mujer muy culta, muy sensible, enamorada de mi padre hasta las trancas, que dejó su carrera profesional –era maestra–. Hay una película comprometidísima de Mario Camus, Los días del pasado, que hicieron Marisol y Antonio Gades y que, en cierto modo, cuenta su historia. Mi hermano Manolo y yo tuvimos una educación muy conservadora, pero por otro lado, muy progresista. Mi madre me tuvo toda la vida estudiando, hasta que se murió.

¿Cómo eran aquellos años?

Cuando volvieron del exilio compañeras de mi madre, como Rosa Chacel, no sabíamos nada de su vida, porque en España y en las casas esas cosas se decían muy bajito. Pero eso no significa que yo esté arrepentida del cine que he hecho, ni de haber sido premiada por el Sindicato del Espectáculo. Yo no he rechazado nada. Si tuvieras que contar mi vida, contarías la historia de España. Y los españoles, salvo los que se han dedicado a luchar contra Franco, nos hemos quedado aquí viviendo como en ‘Cuéntame’. ¿Qué era lo más importante que te podía pasar en 1960 cuando te daban un premio? Pues que te lo entregara Franco. Quien diga lo contrario, miente soberanamente.

¿Qué películas le gustaban a ‘Conchita’ Velasco?

Las de Juan de Orduña (Pequeñeces, Locura de amor), también El clavo, de Rafael Gil, y las históricas, como Agustina de Aragón. Amparo Rivelles en La condesa de Benemejí estaba fantástica, pero cuando viLas zapatillas rojas quise ser Victoria Page. Me impresionó que los hombres no permiten que sus mujeres sean mejores que ellos y toda mi vida he luchado contra eso. Pero sobre todo, me gustaba Berlanga. ¿Por qué yendo a una escuela de la Sección Femenina? No lo sé, pero me gustaba muchísimo. También Calle mayor, de Bardem. No hacemos ahora ese cine…

De repente, el cine

Y a los 14 años se ve inmersa en un rodaje…

La primera película que hice fue El bandido generoso, de José María Elorrieta, con Manolo Morán, en la que yo bailaba y tocaba las palmas detrás de Conchita Bautista. Tuve la suerte de encontrarme gente buenísima entre los técnicos, ellos sabían que yo tenía necesidades económicas, y me recomendaban. Gente como Julipi, marido de Antoñita, viuda de Ruiz, que pedían un papelito para ‘la Chiti’.

Siempre la han recomendado…

Yo iba a un café que estaba en la Gran Vía, Montesol, donde había gente como Conrado San Martín, que me ayudó muchísimo. También Fernando Rey, con El bosque petrificado en televisión. Los que de verdad me han echado una mano fueron estos señores: Tony Leblanc, Rafael J. Salvia, Pedro Masó, Sáenz de Heredia… Y no porque quisieran nada conmigo: mi vida amorosa ha ido paralela, pero siempre por otros derroteros.

Danza, teatro, cine, televisión, discos… Le ha dado tiempo a todo.

Yo tenía tanto éxito… Hacía una película detrás de otra: con Lazaga, con Ozores, con Forqué… Hacía seis películas al año, televisión y teatro. Trabajaba con los mejores del cine popular. Y he tenido tiempo porque a mí me encanta mi oficio y porque he tenido que mantener a mi familia. Últimamente se han desvirtuado las cosas, pero hace años yo hacía en televisión obras de teatro que no hubiese podido hacer si no hubiese sido en ese medio. Piezas de Casona, Jardiel Poncela, López Rubio, Arthur Miller… Todo. Gracias a eso he aprendido a ser actriz.

Entre tanto, ¿le ha dado tiempo a vivir?

Siempre he tenido dos horitas para irme con el señor que me gustaba, tenía que desahogar mi furor uterino, como decía mi madre y ahora lo digo en la obra que represento. Mi madre nos enseñó a mi hermano y a mí en el momento justo que los niños no venían de París.

Se movió, a veces, en terrenos considerados más populares, ¿recibió muchas críticas?

Siempre he recibido críticas porque me ha tocado, pero no me han impresionado mucho. Muchas veces aprendo de ellas y hasta rectifico, pero me niego a hacerlo cuando creo que me tienen manía personal.

¿Cree que le ha perjudicado la sobreexposición mediática?

Para nada. Mira la carrera que tengo… Soy una actriz intuitiva, como decía Berlanga, pero a la vez siempre he querido saber y enterarme de todo. Nunca me dejaron ir al T.E.I (Teatro Experimental Independiente) porque era la ‘chica yeyé’, a pesar de ser muy amiga del director José Carlos Plaza. Antonio Gala, cuando no tenían éxito las obras que hacíamos juntos, decía que era porque yo salía en televisión, y no es verdad.

¿De qué se siente más orgullosa?

De toda mi carrera, de haber permanecido. No digo sobrevivir porque me horroriza la palabra. Yo no he tratado de sobrevivir, sino de vivir. Gracias a mi profesión, he vivido y evolucionado, como lo ha hecho el país, como persona y como actriz. Siempre gracias al cine que he hecho.

El Goya

Después de tantos años, ya casi tiene en sus manos el Goya de Honor…

He leído que a Rafaela Aparicio le dieron el honorífico y luego uno por su trabajo, y a Tony Leblanc igual. A ver si me pasa lo mismo… Pero ahora que me den el Goya de Honor, porque estoy como loca.

¿Por qué le hace tanta ilusión?

Creo que conmigo también se reivindica a estos actores de los años sesenta que hemos sido tan denostados. Me gustaría que no se despreciara a la gente por sus ideas, que se les considerara por su trabajo. Es algo que también está haciendo la Academia de la Televisión…

¿De quién se acordará esa noche? Debe ser muy difícil resumir una carrera en nombres propios…

Daré las gracias a todos los que me contrataron al principio: Elorrieta, Lazaga, Sáenz de Heredia, Ozores, Forqué, Aguirre…. y a los productores José Luis Dibildos y Pedro Masó. También a los de mi segunda etapa, empezando por González Sinde y García Sánchez, porque con su película El Love feroz conocí a otras gentes. Pero seguiré por Pedro Olea –al que debo Tormento, Pim, pam, pum… ¡Fuego!, Más allá del jardín…–, Josefina Molina, Roberto Bodegas, Jaime Camino, Francisco Regueiro, David Trueba… Cuánto siento que Bienvenido a casa no tuviese una repercusión económica buena porque era una historia adelantada a su tiempo.

Lo que ha quedado por hacer

¿Su carrera habría sido distinta en otro país?

No lo sé. Me dicen que todo sería muy diferente si hubiese ido a América, pero yo soy muy realista y no pienso en lo que hubiera sido. Soy lo que soy, y he hecho lo que he hecho, pero sí podría haber trabajado más en México. No fui porque estaba enamorada, entre el aplauso fuera y el amor siempre he terminado optando por que me aplaudan aquí.

¿Se ha arrepentido de decir algunas veces ‘no’ a un papel? Llegó a rechazar a Almodóvar…

Sí. A mí me llamó Almodóvar para hacer ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Después volvió a contactar conmigo para hacer un corto, que le propició hacer Tacones lejanos, y también le dije ‘no’, y  no me ha vuelto a llamar. Cuando ¿Qué he hecho yo…, estaba en teatro haciendoMatahari, y soy muy leal con la gente que me contrata, que me quiere y que me paga. Me llamó Almodóvar, pero yo no dejaba tirado a Marsillach de ninguna manera.

Un papel que después hizo Carmen Maura…

Pero te cuento más… José Luis Borau me llamó desde Los Ángeles y me dijo que estaba escribiendo un guion para mí, para hacer Tata mía. En ese momento, yo no me hablaba con Alfredo Landa, actor con el que he hecho 16 películas, y cuando me enteré de que el protagonista era él, no me veía capaz. Me perdí otra película maravillosa.

También es curiosa mi relación con Maribel Verdú. Aranda me llamó para hacer en Amantes el papel de Victoria Abril, porque Victoria iba a hacer el papel de chica joven. Lo rechacé por mis hijos, sus amigos les machacaban mucho y el pequeño, al leerse el guion me dijo que se mataba si yo hacía esa película. Evidentemente dije ‘no’…

¿Qué directores le gustan?

De aquellos con los que no he trabajado me encantan Borau, Gutiérrez Aragón y Saura. Me fascina Maravillas y me sé de memoria, plano a plano, ¡Dispara!. También Álex de la Iglesia, disfruté mucho con 800 balas, y habría matado a Carmen Maura para que me diera a mí La comunidad. De los jóvenes, Bayona, Sánchez Arévalo y Amenábar. También Roberto Pérez Toledo, que es un chico que empieza y al que admiro mucho.

¿Es tan difícil para las actrices conseguir buenos papeles cuando van cumpliendo años?

Hasta los 60 puedes ser la amante de los jóvenes, como he hecho yo con Juan Luis Iborra, al que no se nombra mucho pero es muy bueno. Me faltan las arrugas que tiene Asunción Balaguer para tener más papeles, ahora tengo 73 y hay que cumplir unos pocos años más.

¿Qué aconsejaría a los que empiezan?

Tienen que hablar bien. De los jóvenes me encantan Félix Gómez y Raúl Arévalo, de chicas Pilar López de Ayala, Amaia Salamanca e Inma Cuesta. También muchos de los que están conmigo en ‘Gran Hotel’…

Trabajo y familia, 70-30

¿Qué le ha dado al público para que sea querida en toda España? El aplauso a sus trabajos ha sido constante…

Saben que mi trabajo es para mí el 70% de mi vida, el otro 30% es mi familia. Cuando a Michael Caine le preguntan cómo se atrevió a hacerTiburón 4, él dice que no recuerda muy bien, que la hizo con toda su entrega, pero que sí que se acuerda de la cara de su madre cuando le dio la llave de la casa que le compró gracias a este filme. Por todo lo que he hecho en cine, teatro y televisión, mi familia ha vivido muy dignamente.

¿Le gustaría que perdurase la saga de los Velasco?

Mi hermano es estupendo, él y yo hemos estado siempre a punto del incesto. Nos llevamos dos años y dos días. Mi sobrina Manuela y yo no queremos ni retratarnos juntas, porque le perjudica, yo no la he ayudado en nada. Muchos creen que estamos enfadadas, pero somos una piña. Y tengo a mis hijos: Manuel, que me tiene prohibido que hable de él. Le recibió Clint Eastwood en Los Ángeles y le dijo que le gustaban mucho los directores españoles, pero los productores no tanto… A Paquito le hago menos daño porque se hace llamar ‘Pacool’ y se dedica al hip hop, la gente no sabe que es mi hijo y le valoran mucho más.

¿Le gusta la España en que vivimos?

No. Pero no porque no me guste políticamente, soy demócrata. España va mal desde el año 2000 –el atentado de las Torres Gemelas, las guerras sin fin…–. No me preocupan los políticos, sino sus seguidores, porque hacen que los demás tengamos miedo. En la posguerra sabíamos de qué teníamos miedo, pero ahora no está claro. Tememos a los comentaristas, a los bancos, a las redes sociales…

Morir sin miedo

De la jubilación ni hablamos, ¿no?

Estoy jubilada porque necesitaba hacerlo, pero no cobro la pensión porque sigo trabajando, pero me ha quedado casi el máximo, con la que puedo vivir bien, pero sin alharacas. No quiero ser una carga para mis hijos, yo salgo de mi casa y siempre pregunto si alguien necesita algo.

¿No quiere retirarse nunca?

No me quiero morir en el escenario. Eso me parece una mueca espantosa que el público no merece.

¿Qué le pide a la vida?

Morir sin miedo, porque me da miedo la muerte como a todo el mundo y me aferro a la religión. Soy consciente de que la Iglesia hace mucho daño, pero Dios y la Iglesia no tienen nada que ver. No pienso que haya otra vida, pero sí quiero que me entierren con mis padres.

¿En qué la han cambiado los años?

Solo en eso. Como todas las personas , incluido Tierno Galván, tenemos dudas religiosas, y cuando nos hacemos mayores nos agarramos a un crucifijo para poder morir sin miedo.

¿Cómo le gustaría ser recordada?

Seré una actriz a la que se recuerde por tres o cuatro trabajos, yo destaco Teresa de Jesús, Más allá del jardín y Pim, pam, pum… ¡Fuego!. Solo quiero que los míos estén orgullosos, tengo miedo de defraudarles.