©Marino Scandurra

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Entre los protagonistas de la noche más importante del cine español también están los encargados de entregar las preciadas estatuillas. Este año han sido 57 los profesionales, entre productores, directores, actores… que han salido al escenario y han vivido más cerca que nadie las primeras emociones de los ganadores. De ellos, 40 ya sabían lo que es pasar nervios en el patio de butacas mientras esperaban escuchar o no su nombre porque estaban nominados. 16 de ellos lo consiguieron y recibieron su Goya de manos de otros compañeros o profesionales en diferentes ediciones. Les hemos preguntado qué han sentido ahora al entregar un Goya y qué sintieron en el momento que lo recibieron. Nadie mejor que ellos para ponerse en la piel de los afortunados de esta edición. Ellos ya se levantaron de sus butacas tras escuchar: “Y el Goya es para…”.

Por Ana Ros

Juan Echanove entregó el premio, junto a María León, a Miguel Herrán, Mejor Actor Revelación por A cambio de nada. “Este año me ha encantado poder escuchar a escasos centímetros sus palabras de agradecimiento. Fue un momento especial que no olvidaré nunca”. Nominado en seis ocasiones y propietario de dos goyas –Mejor Actor de Reparto en 1998 y Mejor Actor Protagonista por Madregilda en el 94–. “Fueron dos momentos de mucha ilusión. Los recuerdo con muchísimo agrado”, declara.

Carmen Machi hizo pareja con Julián López para leer las opciones a Mejor Montaje. “Entregar un Goya es muy emocionante, sabes que la persona que nombres va a vivir dentro de unos segundos una gran felicidad … Y así fue. Cuando leí el nombre de Jorge Coira, recibí de él su alegría como si fuera yo la que hubiera decidido que fuera ganador (risas)… Es bonito, muy bonito”.

Machi estuvo una vez nominada a la Mejor Actriz de Reparto por Ocho apellidos vascos el año pasado. Y se lo llevó. “Me sorprendió realmente. No suelo hacerlo y en aquella ocasión tampoco, no me preparo palabras para decir. La comedia tiene un lugar muy pequeño en los premios con prestigio (algo injusto, sin duda )… Me sentí profundamente agradecida pues me pareció un acto de generosidad por parte de los miembros de la Academia. Creo que rara vez se expresa claramente lo que sientes y lo que quieres trasmitir al recibir un premio, pero este Goya fue, por diferentes razones, un momento inolvidable en mi vida”.

Julián López y Carmen Machi. Foto: ©Alberto Ortega

Julián López y Carmen Machi. Foto: ©Alberto Ortega

Iciar Bollain, en compañía de Manuel Gómez-Pereira, otorgó el premio a la Mejor Dirección Novel, que recayó en ­Daniel Guzmán. Sintió que ese momento “le iba a hacer muy feliz. Todos los nominados habían hecho muy buenos trabajos de dirección y podían haberse llevado perfectamente el Goya, pero tenía la intuición de que sería el nombre de Daniel el que aparecería en el tarjetón. Daniel ha trabajado como actor con muchos de nosotros (conmigo en Hola, ¿estás sola?), ha peleado muchos años por hacer su película y tiene mucho de autobiográfica… Además de premiar su estupendo trabajo como director novel,  creo que en este Goya  había también mucho cariño de la profesión hacia él”.
Iciar recibió dos goyas por Te doy mis ojos, uno a Dirección y otro a Guion Original en 2004, dos momentos que recuerda con “mucha ilusión, muchísima, ¡desbordante! Además del subidón de los Goya, acababa de tener un hijo hacía apenas cinco semanas y andaba medio sin domir, como en una nube pero feliz”.

El productor Gonzalo Salazar-Simpson, actual director de la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM), cuenta a ‘ACADEMIA’ cómo se sintió al entregar un premio a José Luis Montesinos por el corto de ficción El corredor. A Salazar-Simpson le acompañó el director de la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya, la ESCAC, Sergi Casamitjana. “Durante la entrega sentí mucha responsabilidad para no cometer errores, está en juego la ilusión de la gente. Y al entregarlo es inevitable sentir parte de la alegría de los que lo reciben”.
Recogió en 2012 el Goya a Mejor Película por No habrá paz para los malvados. “Fue una ilusión inmensa, por el premio al esfuerzo y, sobre todo, por lo que significa: el reconocimiento de todos tus compañeros de profesión. Los premios es algo con lo que nunca se cuenta, así que la sorpresa por recibirlos es siempre absoluta”.

Jan Cornet fue el encargado –junto a Macarena Gómez y Daniel Grao– de entregar el Goya número 14, al Mejor Sonido, que fue a parar a las manos de David Machado, Jaime Fernández y Nacho Arenas, por El desconocido. “Me sentí muy agradecido de poder formar parte de esta fiesta del cine y contento por el equipo de El desconocido, a los que curiosamente voté”.

En 2012 fue el ganador al Mejor Actor Revelación por La piel que habito. “En ese momento mi cabeza iba tan rápido que es difícil describirlo con palabras, pero lo que sí recuerdo es a Pedro Almodóvar y Antonio Banderas en primera fila, el abrazo de Elena Anaya en el backstage y todo el cariño que recibí de mis amigos en forma de felicitaciones en los días posteriores”.
Óscar Jaenada y Clara Lago entregaron el busto a Irene Escolar, quien se proclamó Mejor Actriz Revelación 2016. “Ver la mirada medio ida de Irene a pocos metros tras coger su Goya me recordó el tremendo y duro camino que los actores jóvenes se encuentran en este país. Ella era esta vez la afortunada, y su mirada era la ingestión de todas las otras actrices que trabajan duramente. En Irene se veía el respeto, y eso sentí yo al dárselo. Respeto”.
Jaenada recibió el Goya al Mejor Actor Protagonista por Camarón en 2006. “Sentí que se dio esta vez la casualidad para que me lo dieran a mí. Que era justo por mi largo y escrupuloso trabajo, pero injusto por los grandísimos personajes que también traían Juan José Ballesta o Manuel Alexandre”.

Silvia Abascal, Verónica Echegui y Antonio de la Torre. Foto: ©Alberto Ortega

Silvia Abascal, Verónica Echegui y Antonio de la Torre. Foto: ©Alberto Ortega

Antonio de la Torre, custodiado por Silvia Abascal y Verónica Echegui, concedió los galardones en dos categorías: Mejor Corto Documental (Hijos de la tierra) y Mejor Documental (Sueños de sal). “Estás en el backstage con mucha gente y hay mucho ruido, no se oye bien, como cuando estás en tu casa viendo la gala o en el patio de butacas. También estás nervioso, aunque no como cuando estás nominado. Cuando llegó el momento pensé que iba a hablar delante de cuatro premios Oscar, de políticos y de tantos espectadores que, aunque solo sea una aparición, te hace pasar nervios, también porque solté una ‘morcillita’ que si te sale bien, perfecto, pero si no lo dices bien te mueres. Para mí es un orgullo que me llamen para entregar un Goya porque participas en el espectáculo, en nuestra gran ventana al país. Es una gran alegría que te elijan”.

Ha estado nominado nada menos que ocho veces y consiguió en 2007 el galardón a la Mejor Interpretación Masculina de Reparto por Azuloscurocasinegro. “Como pensaba que el premio se lo iban a dar a un actor de verdad, fui con el diploma de nominado y así me hacía una foto para pasar a la posteridad. Cuando Verónica Sánchez dijo mi nombre fue como en las películas, yo me decía a mí mismo ‘no puede ser, no puede ser’. Fue como oírlo y no oírlo. Fue muy emocionante, un sueño tan hermoso… Estoy seguro de que todo el que recibe el Goya lo vive con gran alegría, pero te aseguro que la alegría que yo sentí fue inmensa, muy grande. Mi hermano me dio la clave porque me dijo: ‘Antonio, hoy has hecho feliz a mucha gente’. Y era verdad porque una íntima amiga de mis padres me llamó y me dijo: ‘Antonio, yo sabía que tú ibas a llegar’. Fue inolvidable. Yo creo que los académicos me nominan, pero no me dan otro Goya por no cortarme el buen rollo que me dejó el de Azuloscurocasinegro”.

Nerea Barros, junto a Juan Diego Botto, entregó el Goya a Andrés Santana y a Marta Miró por la Mejor Dirección de Producción de Nadie quiere la noche:  “Cuando me enteré que iba a dar un Goya, me emocioné mucho pensando que podría abrazar a alguien que estaría sintiendo lo mismo que yo había sentido un año antes”.  Cuenta cómo es el proceso previo y las sensaciones que vivió: “Minutos antes de salir, nos hacen entrega del sobre cerrado con el sello de la notario y del Goya, empiezo a sentir el placer de estar de ese lado, beso a ‘Paco’, lo huelo, lo apoyo contra mi cara, me gusta sentir el frío de su metal en la piel, me relaja, se lo paso a Juan Diego Botto y me gusta ver cómo a él también le emociona este momento. Cuando salimos al escenario mis dos compañeros y yo estábamos unidos como equipo para dar una gran noticia a alguno de los cuatro grandes trabajos tan difíciles de producir: me parecía una de las nominaciones más complicadas. Llega el momento de abrir el sobre, me preocupa no abrirlo rápido… Saco la tarjeta y casi como un robot leo las palabras escritas, hasta que alzo la cabeza y veo bajar emocionados a Marta y Andrés, siento su emoción. Al salir del escenario los abrazo, les doy mi enhorabuena. Le digo al oído a Marta: toma el sobre con vuestro nombre, a mí me ha hecho mucha ilusión conservarlo, me mira y pienso en lo afortunada que soy”.

El año pasado, Nerea recibió el Goya a la Mejor Actriz Revelación por La isla mínima. “Sentí mil cosas a la vez: miedo, esperanza, alegría, ganas de salir corriendo… Y mi mente se volvió loca diciéndome cosas como: que digan tu nombre sería maravilloso, no lo van a decir, deja de soñar, hay unos trabajos in­creíbles a tu lado y te vas a llevar un disgusto, ¿por qué te vas a disgustar? Céntrate, toca el suelo, vuelve a la realidad, todo lo que ha pasado ya es maravilloso, piensa en algo que te haga relativizar… Por lo que empecé a repetir como un mantra en mi cabeza, ‘no es un Goya, es una empanada de millo con zamburiñas’, la que más me gusta, hecha por mamá en horno de leña, y la semana que viene me la voy a comer, será toda mía… En ese momento escucho mi nombre, intento levantarme, estoy en shock, solo me salen lágrimas de felicidad, agradecimiento…, no me puedo creer que mis compañeros, la Academia, profesionales que llevan toda su vida luchando, me den este reconocimiento, que hayan visto en mi trabajo algo especial, que me digan ese camino es correcto, sigue luchando, y esto me hace llorar más, por lo que cierro los ojos y veo a mis padres agarrados de las manos, llorando de emoción viendo cómo su hija cumple un sueño con el que la han visto crecer. Por fin consigo agarrar a ‘Paco’, que es precioso. Pesa, huele a metal, un olor que me recuerda a la sangre, la misma que desde que soy pequeña me grita: disfruta, diviértete, observa, crea… Cojo aire profundamente e intento agradecer a todas las personas que  han hecho posible que yo esté allí esa noche”.

Victoria Abril y Javier Gutiérrez. Foto: ©Marino Scandurra

Victoria Abril y Javier Gutiérrez. Foto: ©Marino Scandurra

Victoria Abril y Javier Gutiérrez dieron el penúltimo premio de la noche: el Goya a la Mejor Dirección. Sintió “una gran alegría por Cesc, al que no conozco bien. No he visto todavía la película pero seguro que se lo merece. Y el corazón medio partío por Vicente Aranda, que se nos fue en mayo y, como en la película de Agustín, Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto. ¡Ay, Vicente!”
Abril recibió el Goya a la Mejor Actriz Protagonista precisamente por Nadie hablará …, pero no pudo acudir a la gala. “Por eso aproveché esta ocasión para agradecérselo a la Academia, veinte años después, pero más vale tarde que nunca. La verdad es que no pensaba que iban a dármelo: desde que comenzaron los Goya, cada año estaba nominada pero nunca era premiada… Mi Goya lo recogió y se lo di a Agustín Díaz Yanes, guionista y director novel de la película, que arrasó por cierto ese año con casi todos los premios. Lo que yo no sabía entonces es que el Goya de Nadie hablará… sería para mí el único y mi última nominación”.

Javier Gutiérrez también sintió “una enorme felicidad” cuando leyeron el nombre del vencedor a la Mejor Dirección. “Soy un gran admirador de su cine, y después de haber tenido la oportunidad de trabajar con él, mi admiración es todavía mayor. Me parece un gran director de actores con una gran sensibilidad. Estoy deseando repetir con él”.
Gutiérrez recuerda cómo vivió la gala en la que recibió su Goya a Mejor Actor Protagonista por La isla mínima. “Al oír mi nombre sentí una sensación de alivio y placer unida al pánico escénico de enfrentarme por primera vez a esa situación. El instante es tan potente que recuerdo haberme quedado sin voz apenas. Sinceramente comencé a disfrutar del premio al día siguiente”.

Juan Antonio Bayona. Foto: ©Alberto Ortega

Juan Antonio Bayona. Foto: ©Alberto Ortega

J.A. Bayona fue la última persona que subió al escenario, lo hizo para entregar el premio número 29, el más importante, el Goya a la Mejor Película, Trumán. Y lo relata así: “Me hizo mucha ilusión, especialmente por Marta Esteban. La conocí cuando yo era un chaval todavía en la escuela de cine, hace más de quince años. Por aquel entonces ella estaba pasando por un momento complicado de salud y siempre que la veía me impresionaba la fuerza que mostraba a toda la gente a su alrededor. Encontrarme después de tantos años y entregarle un Goya fue algo muy especial y bonito”.
Lo ha recibido dos veces. En 2008 se proclamó el mejor director novel con El orfanato y en 2013 ganó el goya a la Mejor Dirección por Lo imposible. “En los dos casos fue un gran orgullo. Es un premio muy importante e inolvidable en la carrera de un director. Me dio además la oportunidad de compartir con todos los académicos el éxito en la taquilla de ambas películas y que sintieran que ese triunfo era el triunfo de nuestro cine. En el caso de El Orfanato fue además importante de cara al equipo de la película, la mayor parte de ellos debutantes y compañeros de clase en la ESCAC, y en Lo imposible recuerdo con emoción entregar el Goya a María Belón y todo lo que ello significaba”.