MEJOR ACTOR DE REPARTO / Javier Cámara por Truman

©Alberto Ortega

©Alberto Ortega

Por Elvira Lindo

No sé cuál fue la primera vez que vi a Javier Cámara. ¿Haciendo de curilla tal vez? Puede. Si fue así ya entonces me pareció un actor de ‘losdetodalavida’. Es decir, alguien a quien ves en una pantalla y se te convierte en familiar al instante. Un cómico al que emparentas inconscientemente con las viejas estirpes de cómicos españoles, italianos, argentinos. La nacionalidad no importa, Javier es de donde sea su personaje. Puede que la segunda ocasión fuera en Torrente, en la piel de aquel joven cuya mirada se perdía tras unas gafas de culo de vaso y que protagonizó unas escenas con Santiago Segura que forman parte ya del humor popular. Pero mi impresión ahora, en el recuerdo, después de haber visto tantas de sus interpretaciones, es que ha estado en mi vida desde siempre, en nuestra vida como espectadores. Me pareció reconocer a un amigo cuando lo conocí en persona, en el estreno neoyorquino de Hable con ella, y en un amigo se convirtió en poco tiempo, lo cual no me ha impedido en absoluto ­creerme los personajes que le he ido disfrutando desde aquel inolvidable Benigno que le regaló Pedro Almodóvar.

Javier Cámara es un actor de pies a cabeza. Su mente es tan hiperactiva que a veces cree y sueña que puede ser otras cosas, porque no para, es que no para, hace fotos, vídeos, piensa en negocios imposibles, fantasea con estar detrás de una cámara. Pero no, él sabe que no, que ha nacido para encarnar a otros y que es y será su única manera de disfrutar de otras vidas. Se trata de un destino del que no puede escapar. Hay quien dice, por aquello de que lleva dos goyas casi consecutivos, que está viviendo su mejor momento como actor, pero yo me niego a pensar que los premios sean la única manera de considerar un trabajo artístico. Es cierto que la madurez le está sentando muy bien, que su presencia física tiene más empaque y su palabra más fuerza, que ha aprendido a ser gracioso sin abusar de su innata comicidad y ha aprovechado la oportunidad que se le ha presentado de demostrar que es un gran actor dramático, algo que no siempre se le ofrece al intérprete que proviene de la comedia. Yo me alegro de sus premios porque son merecidos, pero aún más de que no le haya faltado trabajo durante estos años, trabajo interesante, del que compromete de veras a un actor.

Javier está donde está porque le gusta a los directores, también porque el público lo adora. Directores y público saben que se entrega sin reservas para hacer creíble su presencia. Luego vienen los premios. A veces te los dan porque eres joven y enterneces, y otras no te los dan precisamente porque eres joven y se supone que puedes esperar. Todo esto es muy arbitrario. El oficio de un ­actor es tan largo como su vida y la palabra éxito puede bloquear una carrera, como así puede paralizarla el miedo al fracaso. Javier es fuerte para soportar esos vaivenes, está hecho del material resistente de los actores de ‘lodetodalavida’. Yo espero que nos siga acompañando siempre con sus correrías en la pantalla, que nos emocione, que nos haga reír; también espero que siga saliendo de vez en cuando de esa pantalla para darse una vuelta conmigo. Serán buenas o peores esas películas en las que esté involucrado, dramáticas, cómicas o insustanciales, pero él hará lo posible porque su trabajo sea digno. Eso es un actor. Los Goya vienen o no. Él es un cómico porque no sabe hacer otra cosa, no puede hacer otra cosa, está condenado a la interpretación, aunque a veces su imaginación imparable le haga suponer que sí.

Sus dotes traspasan fronteras y el señor Sorrentino lo tiene ahora dando vueltas por el mundo vestido de cardenal. Es capaz de interpretar una escena grave y luego salir de la ficción y mandar fotos y vídeos a los amigos que son pura comedia. Aquel curilla de la tele se ha convertido en un pedazo de cardenal; el joven principiante es hoy un actor querido y respetado, y el chico de pueblo se ha convertido en un hombre cosmopolita. Aunque el chico que fue siga haciendo acto de presencia cuando, entre amigos, deja de ser Javier Cámara para ser Javi, a secas.