Mejor Dirección: Pedro Almodóvar, por Julieta

Radicales libres. Por Paula Ortiz

 

Pedro Almodóvar. Julieta. Rodaje. Gafas copia

Hacer que la vida pase como si nada… va en contra del cine.

‘Destino’, ‘Pronto’ y ‘Silencio’, son tres palabras que encierran los motores de Julieta. Son también el título de tres cuentos de Alice Munro en los que Pedro Almodóvar encontró la semilla para su película. Pedro y Alice, los dos, son retratistas permanentes de la complejidad femenina, y comparten en Julieta la búsqueda de protagonistas que parecen mujeres ordinarias, hasta que se les revela un cambio de iluminación o de circunstancias. Mujeres tan coherentes como irracionales, tan transparentes como herméticas. Mujeres partícula. ‘Radicales libres’, como titulaba en otro cuento Alice Munro. Mujeres para las que la vida jamás pasa… como si nada.

Ambos comparten la creencia expresada por Munro de que “la vida de la gente es suficientemente interesante si tú consigues captarla tal cual es, monótona, sencilla, increíble, insondable”. Y ambos consiguen desde lo pequeño ensanchar la experiencia hasta hacerla única y universal, hasta conseguir gravitar por las dos caras de la luna, por la cara oculta del alma y la visible a la luz.

Pedro, en su empuje interminable, consigue en la pantalla algo tan raro, tan único y tan imprescindible hoy como es el hecho de construir a su Julieta desde la raíz y la libertad.  Pedro ha hecho de Julieta y su viaje una experiencia radical y libre. Nunca antes se contaron así las madres y las hijas. Nunca se buscaron tan apasionadamente. Nunca antes el destino, el silencio y la premura se tejieron alrededor de una urgencia tan esencial como la de Julieta.

“Consigue en la pantalla algo tan raro, tan único y tan imprescindible hoy como es el hecho de construir a su Julieta desde la raíz y la libertad”

Y es así como Pedro dibuja a Julieta, a las Julietas. A todas y cada una de sus Julietas. A todas y cada una de sus mujeres. Como radicales libres, como partículas inestables, que reaccionan con facilidad y con pasión para encontrar el electrón necesario para lograr su estabilidad. Y que, sin embargo, si roban un electrón a otra molécula, esta quedará inestable y se convertirá en un radical libre también. Así ocurre en la película, que al transitarla te roba algún electrón y te deja inestable, convirtiéndote también en un radical libre mientras dura el viaje.

Si el cine sirve para ensanchar nuestra experiencia, la vivida y la soñada, si sirve para mirar con lupa nuestras contradicciones, nuestras grietas, y para intensificar nuestras existencias empequeñecidas por los obstáculos de la cotidianidad… Si eso es así, entonces el cine no tiene sentido hacerlo como si la vida pasara como si nada. Es necesario hacerlo siendo radicales libres. Pero no todos tenemos la tempestad, el empuje y el valor de serlo. No es fácil rodar desde ese lugar. Exige pasión, conciencia, ansia y resistencia extremas.

En Julieta está esa valentía de rodar las dos caras del alma. El motor de un anhelo sordo que puede ser de deseo, o de huida, o de búsqueda o de todos esos impulsos a la vez y, que cuando llega a cumplirse, trae consigo un precio enorme de plenitud. También de insatisfacción y culpa, incluso de cierta vergüenza de una misma. Y eso es contar el alma femenina. Lo otro… es mirar solo la cara visible de la luna. Con Julieta he aprendido que contar toda la urgencia, la pasión, la vulnerabilidad, la contradicción y la vergüenza… del alma femenina solo se puede hacer siendo radical y libre. Pedro, yo estoy en ello.