Y ellas alzaron la voz

abril 7, 2017 31 Edición · · ·

No se acierta a entender con facilidad, como reconoció Ana Belén al recibir el Goya de Honor, cómo en una profesión tan abierta como la nuestra a las mujeres aún nos cuesta tanto trabajo que nos reconozcan al mismo nivel que a los hombres | Por Virginia Yagüe

 

El prejuicio se manifiesta a cada paso y, cuando se habla de discriminación en materia de género, se disfraza de jocosidad, dejando plantada la nefasta semilla del relativismo. Hagamos autocrítica y reconozcamos que hay muchos elementos que dirigen nuestra acción sin que lo advirtamos, maniobrando por debajo de nuestra aparente voluntad libre y que llevan, por ejemplo, a muchas compañeras a asegurar que en nuestro sector no se viven situaciones de discriminación y que no son necesarias las acciones positivas para compensar un claro desequilibro, no sea que alguien vaya a pensar que nuestro trabajo no tiene la suficiente calidad, dejando de lado al hacer esta consideración que ningún compañero ha sentido nunca cuestionada su calidad por beneficiarse de un privilegio ya establecido.

Por supuesto que las cosas han cambiado respecto a hace cincuenta años, faltaría, sin embargo no lo han hecho tanto como nos gustaría y seguimos arrastrando lastres que cercenan nuestras posibilidades y condenan nuestra visibilidad. Según datos facilitados por la propia Academia y expuestos en el último Informe CIMA, en 2016 la representación de las mujeres profesionales era de un total del 26%. Las especialidades con mayor feminización fueron Maquillaje y Peluquería y Diseño de Vestuario, mientras que los porcentajes se mantenían notablemente bajos en puestos como Montaje (25%), Producción y Producción Ejecutiva (24%), Dirección (19%), Guión (12%) o Efectos Especiales (11%). Según la Secretaría de Igualdad de la Unión de Actores y Actrices, en la actualidad los personajes femeninos en el audiovisual son tan solo de un 20% y, según datos facilitados por el ICAA, en los últimos años las directoras han contado de media con menos de la mitad del presupuesto que los hombres para realizar sus películas, lo que irremediablemente condiciona la promoción y el recorrido de las mismas.

Tendríamos que escandalizarnos, todos y todas, por vivir y tolerar una anomalía que excluye a tantas profesionales del sector y que debilita la diversidad de nuestro cine. Deberíamos llegar a la conclusión de que esta situación necesita de una acción decidida y responsable por parte de las autoridades cinematográficas y de los implicados en nuestra industria. Y deberíamos llegar a esa convicción rotunda porque no se trata de ninguna broma.

Esta realidad, de no corregirse, se convertirá en crónica, influirá en la imagen de nuestro país en el exterior y en la creación de contenidos que servirán de germen educativo para las próximas generaciones. No podemos permitirnos la inmensa pobreza que implica un cine repleto de estereotipos y negado a la representación de personajes femeninos interesantes. Necesitamos más mujeres dirigiendo películas, escribiendo guiones, impulsando desde la producción historias donde también haya cabida para personajes que incorporen a mujeres reales, con distintas estéticas, edades y conflictos. Precisamos de referentes femeninos, en la realidad y en la ficción, en los que las mujeres del mañana puedan inspirarse en toda su dimensión, la más rica, la más diversa y la más plural.

Virginia Yagüe es guionista, productora y presidenta de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales)