Debutando entre perfectos conocidos

Arriba Alberto Iglesias y Pascal Gaigne. Abajo: Eugenio Mira y Alfonso de Vilallonga. Fotos: ©Enrique Cidoncha

Los nominados a Mejor Música Original en la 32 edición de los Premios Goya

Por Miguel Ángel Ordóñez y David Rodríguez Cerdán

Pascal Gaigne | Handia

Aunque lleva treinta años componiendo para el cine español, desde el primer día no ha renunciado a un estilo muy personal, heredero de estéticas tan equidistantes como el impresionismo francés y el minimalismo americano. Apreciado músico de autores –su papel pautado ha alimentado atmósferas tan reconocibles como las de Erice, Bollain o Querejeta–, esta es la cuarta nominación de Pascal Gaigne a los Premios Goya. En Handia continúa explorando una nueva dirección musical a la que parecen conducir sus últimos trabajos, donde el impulso dramático viene determinado por un estilo contrapuntístico y pulsátil apoyado en la tecla y la cuerda. Sobre ese espacio, mágico y lírico, se desarrolla de manera lenta y hermosa un delicado leitmotiv que conduce la historia desde la tradición a la modernidad, de la ficción a la realidad.

 

Alberto Iglesias | La cordillera

El idilio de Alberto Iglesias con los Goya se remonta a su nominación por Vacas, otra fábula vasca de épica heterodoxa, más allá de sus connotaciones localistas. Con la vitola de ser el profesional que más premios Goya soporta sobre las espaldas –diez ha logrado desde entonces–, presenta en La cordillera un trabajo profundo e intenso que desviste las diferentes capas psicológicas de uno de los hombres más poderosos de Sudamérica, un presidente argentino que acude a una cumbre de países latinoamericanos. El evidente tono filosófico del filme obtiene su respuesta musical a través de una obra, repleta de matices y dinámicas, que conjuga estadios emocionales muy dispares –dramáticos, poéticos y sombríos– combinándolos en un escenario único repleto de ambigüedad. Un macabro e irónico vals ejerce de ancla como tema central.

 

Alfonso de Vilallonga | La librería

Alfonso de Vilallonga recuerda a los dadaístas de la República de Weimar. Camina entre la composición cinematográfica y teatral, canta, actúa y defiende apasionadamente géneros, como el cabaret, condenados al arrabal. Nada extraño si hablamos de alguien con la increíble habilidad de mezclar a Piaf con Gershwin, a Weil con Sinatra. Un compositor ecléctico que ya disfrutó del éxito del Goya por su trabajo en la bergeriana Blancanieves y que le viene como anillo al dedo al cine de la omnívora Isabel Coixet. Su quinta colaboración, La librería, le vale nominación por partida doble. La música y las canciones acompañan el mundo minimalista de su protagonista y delimitan el hábitat en el que se desenvuelve, siempre desde una perspectiva poética y empática presidida por un tratamiento camerístico de la cuerda y un encantador toque jazzístico.

 

Eugenio Mira | Verónica

El caso de Eugenio Mira es más sorprendente, puesto que se trata de un cineasta de éxito –Agnosia, Grand Piano– devenido compositor. Verónica, largo dirigido por su amigo y paisano Paco Plaza, supone su primera nominación a los premios. Mira acude a esos sonidos ochenteros, afines a la moda retro, que se han vuelto muy populares en géneros como la ciencia ficción y el terror. A través del empleo de sintetizadores, declara su amor a un cineasta con el que comparte género cinematográfico, John Carpenter, y logra crear una opaca atmósfera, asfixiante y macabra, sumamente necesaria para conseguir que este perturbador e inquietante relato rebose atrevimiento y credibilidad. Una historia gótica con gotas de ironía y sangre.