El arte, un arma de construcción masiva

 

La directora, guionista y productora Arantxa Aguirre desgrana los entresijos de su filme, Dancing Beethoven, Nominado a Mejor Película Documental

En una carta de despedida a su amigo, el gran documentalista Eugenio Polgovsky, Gael García Bernal escribía: “al final, como Beethoven, encontrabas la luz que surge desde el profundo dolor que da la vida”.

Ludwig van Beethoven, un compositor sordo, misántropo y atormentado, quiere celebrar la alegría y la fraternidad de los seres humanos en su novena y última sinfonía. Me intriga esa paradoja, que revela cómo un artista es capaz de transformar el barro en oro y demuestra que el arte es o puede ser un arma de construcción masiva.

El documental Dancing Beethoven sigue de cerca, a lo largo de nueve meses, la puesta en escena de la Novena Sinfonía de Beethoven a cargo del Béjart Ballet Lausanne, el Tokyo Ballet y la Orquesta Filarmónica de Israel dirigida por Zubin Mehta.

Una producción que se desarrolla en dos continentes durante varios meses siempre es una aventura complicada. Si además estás trabajando junto a pesos pesados de la cultura en torno a un hito universal como es la Novena Sinfonía, el nivel de dificultad se dispara. Como directora española, he sido muy consciente del desafío que suponía estar al frente de este proyecto.

Pero si la responsabilidad pesaba lo suyo, la inspiración y los alicientes eran infinitos. En ese sentido, el trabajo de los artistas a los que hemos rodado tan de cerca ha sido una referencia clara: ellos ensayan hasta la extenuación para lograr que en el escenario todo fluya y lo difícil parezca fácil. De la misma manera, mi equipo y yo nos hemos esforzado al máximo para que la historia se cuente limpiamente y para dejar el paso libre a la belleza absoluta de esta obra y de estos intérpretes.

Por otra parte, el género documental supone que durante el rodaje hay muchas cosas que suceden “sin pedirte permiso”. Sin ánimo de destripar mi propia película, en Dancing Beethoven hay un par de buenos ejemplos. Lo más endiablado –y a la vez lo más apasionante– viene después, en la sala de montaje, cuando tienes que organizar todo el material (tanto los elementos previstos como otros que no lo estaban) para construir una historia que mantenga el interés del espectador de principio a fin.

Porque mi compromiso último es con el espectador. Como Sherezade, tengo que contarle a él o a ella una historia tan hermosa que le haga desear vivamente que mañana le vuelva a contar otra.