“La cámara tiene que sentir tu calor. Es un ojo que no te tiene que asustar”

Foto: ©Enrique Cidoncha

Marisa Paredes, Goya de Honor 2018

Marisa Paredes mantiene intacta su atención por trabajar con profesionales, noveles o veteranos, que tengan un mundo propio. Acostumbrada a los retos, la veterana actriz tiene un árbol familiar sin antecedentes cómicos. La curiosidad, el misterio que para ella encerraba un teatro, El Español, y su obstinación por pertenecer al oficio la han llevado a ser una figura del cine (su primer papel en O91 Policía al habla, de José María Forqué, era tan pequeño que no estaba en la acreditación del reparto), el teatro (empezó en las tablas en la compañía de Conchita Montes con una comedia) y la televisión (numerosos Estudio 1, series, miniseries y tv movies).

Musa del cine maldito y de los directores independientes durante años, la madrileña que trabajó con Mastroniani en Tres vidas y una sola muerte y fue Becky del Páramo y Leocadia Macías para Almodóvar recibirá el próximo 3 de febrero el Goya de Honor de la Academia de Cine, institución que presidió del 2000 al 2003 y que la nominó como Mejor Actriz de Reparto por Cara de acelga.

Marisa Paredes se ha puesto a las órdenes de Fernando Trueba, Emilio Martínez-Lázaro, Jaime Chávarri, Agustí Villaronga, José Luis Borau, Enrique Urbizu, Arturo Ripstein, Guillermo del Toro, Gonzalo Suárez, Vicente Molina Foix, Manuel Gómez Pereira, Amos Gitai, Philipe Lioret, Raoul Ruiz y Roberto Benigni, entre otros. Actuaciones que a esta elegante mujer le han valido reconocimientos como el Premio Nacional de Cinematografía, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, la Gran Medalla Vermeil de la Villa de París y galardones en festivales –la Espiga de Honor de la Seminci ha sido el último que recogió–. La actriz cumple con la tradición, ya superstición, de los artistas de no revelar sus próximos proyectos, y va a más al no descubrir a quién dedicará el Goya honorífico. Un nuevo misterio.

Por Chusa L. Monjas

 

Qué significa para usted el Goya de Honor?

Muchas cosas. Que se reconozca tu trabajo después de los años que llevo en el oficio es una satisfacción. Es difícil definir este tipo de cosas y, aunque no te dedicas a esto para los premios, es como un sueño hecho realidad. Cuando llegan y lo hacen después de tanto tiempo hay algo en ti que que te emociona, que te mueve.

Recibe el galardón por “una prolífica y prolongada carrera, trayectoria que mantiene con absoluto vigor, apostando en numerosos trabajos por proyectos cinematográficos nacionales e internacionales definidos por el riesgo y el prestigio”, ¿algo más que añadir?

(Se ríe) Eso es mucho. He sido lo más coherente que he podido. Siempre me ha gustado trabajar con gente nueva, tener siempre algo que me acercara a los jóvenes que siempre están buscando posibilidades de hacer cosas y que necesitan apoyos.

La curiosidad le ha llevado a estar siempre ahí.

Sin curiosidad las cosas tienen menos valor. En mi caso es la manera de mantenerme activa, de descubrir cosas de los demás y cosas tuyas, que es lo que da emoción a la vida.

¿Volvería a repetirlo todo?

Hay días en que pienso que habría que rehacer cosas y otros que no, que todo ha llegado en el momento que tenía que venir. Hoy me parece que todo está en su sitio, no hay que mover nada. A veces me digo que me he equivocado, pero como ya no tiene arreglo… Como la realidad no se puede cambiar, ¿para qué teorizar sobre lo que podía o no haber sido?

Sigue trabajando en lo que le gusta y lleva casi seis décadas en la profesión, ¿qué balance hace de su recorrido?

Mi trayectoria ha sido la lógica. Empecé muy joven, cuando, fundamentalmente, esto se aprendía trabajando. Había compañías de teatro que viajaban por España y las giras eran largas, de meses, no como ahora que son muy reducidas, y en ellas me formé. Luego llegó la televisión, que también es una gran escuela y que en aquellos años hacía muy buenas adaptaciones de teatro, de novelas, y con tiempo porque se ensayaba a fondo, lo que te permitía conocer el autor y el mundo el que se desarrollaba la historia. Y a esto se unió el cine, que vino más lentamente y en el que he hecho de todo, hasta comedias que han quedado olvidadas.

Los papeles cómicos que hizo tanto en el cine como en el teatro han quedado arrinconados, su fuerte son los dramas y las tragedias.

Mi relación con el cine ha pasado por momentos muy irregulares. He tenido épocas brillantes y otras en las que el cine tenía poco que ofrecerme porque mi exigencia era mayor que las propuestas que recibía. Me apartaba del cine y el cine se apartaba de mí, lo nuestro es como una montaña rusa. Con Pedro Almodóvar se rompió el silencio, pero antes había hecho muchas cosas con autores más difíciles [cita a Agustí Villaronga, a cuyas órdenes interpretó la durísima Tras el cristal]. Tienes un éxito importante, y eso marca tu vida profesional.

Pero usted ya había trabajado con Almodóvar en Entre tinieblas.

Fue muy divertido hacer esa historia tan graciosa. Fue el momento en el que Pedro y yo nos descubrimos mutuamente. Con Pedro, que es un director que va mucho al teatro, entré en ese mundo suyo tan especial.

Universo en el que profundizó con Tacones lejanos, la historia con la que se reconcilió con el gran público. Después entró en La flor de mi secreto, Todo sobre mi madre , La piel que habito y el cameo en Hable con ella.

La complicidad con Pedro existe. Trabajando es muy expresivo, muy comunicativo y muy exigente, y eso crea unos lazos indestructibles que se quedan para siempre. Pedro ha significado muchísimas cosas. Sus películas se ven en todo el mundo, él me abrió la puerta al exterior y comenzaron las propuestas de Italia, Francia, Portugal, de Latinoamérica. Pero siempre teniendo un pie allí y el otro aquí.

Quería y quiere seguir trabajando en su país.

Sí. Trabajar en tu propio idioma te da libertad. Y lo más importante es que mi vida sentimental, familiar, lo que más quiero, está aquí.

El misterio y, eternamente,
la curiosidad

¿Diría que su camino cinematográfico ha sido raro?

No me gusta poner etiquetas. No me gusta analizar lo que hago ni cómo lo hago, eso que lo examinen los demás. Lo hago lo mejor que puedo y me intereso por todo lo que me proponen, unas veces me viene bien hacerlo y otras no. Y siempre lo hago con todo el alma, y eso me parece a mí que me salva y me mantiene en esta profesión que por momentos es muy muy desagradecida.

¿Por qué es tan ingrata?

Hay gente muy talentosa que se queda por el camino. Y cuando estás en una situación dulce porque has tenido un éxito, eres la más, eres grande, pero todo eso desaparece si tu siguiente película no funciona. Es así.

¿Tiene su propia definición de ser actriz?

Creo que hay que entregar lo mejor que tienes. Son muchas cosas juntas las que te llevan a ser actriz y tienen que ver con el temperamento, la forma de expresión… con componentes muy personales. Para mí es cuando el público se conmueve con lo que estás haciendo, le transmites algo que no esperaba, pero al mismo tiempo quiere sentirlo. Es entonces cuando se establece una comunicación que tratas de que llegue con toda naturalidad, hasta el fondo, y con la suficiente técnica para que no te desgaste.

¿Cuándo se quedó enganchada a la interpretación?

No hay nada concreto. Fue el misterio, el misterio del teatro, de lo que pasaba detrás de las puertas de El Español, donde pensaba que pasaba algo mágico. Allí había otra realidad, otro momento que no tenía nada que ver con lo de fuera. Era distinto el tiempo, la gente quizá tenía los mismos problemas pero lo planteaban de manera distinta porque estaba el punto de vista de un autor sobre lo que estábamos viviendo. Yo todo esto no lo sabía, pero tenía curiosidad por saber qué pasaba en ese mundo que yo desconocía y sabía, de manera intuitiva, que de alguna forma me iba a salvar. Uno trataba de huir de la mediocridad, de lo que era el país en ese momento: era terrible, todo oscuro. Detrás de las puertas del teatro había algo que me interesaba experimentar y estaba la posibilidad de ponerme ahí y saber qué podía aprender y qué podía aportar. Sobre todo era la magia, y yo quería participar de esa magia.

¿Ha despejado esas incógnitas?

Si he aportado algo lo tienen que decir otros. Yo he conseguido entender que este oficio se trata, fundamentalmente, de tomarlo con absoluto rigor y seriedad. Este oficio necesita entrega, coraje, fuerza, que no te venza el desaliento. Dedicarte a algo que te gusta mucho te mantiene vivo, alerta.

 

Foto: ©Enrique Cidoncha

“No soy una imagen”

En una actriz, ¿cuánto importa la imagen?

Es fundamental en la medida en que es importante para los demás lo que haces. A veces se confunde el personaje con la persona: interpretas a una diva y también tienes que ser diva en tu día a día y en la calle no puedes ir con gafas y vaqueros. Yo soy una persona, no soy una imagen, me gusta ir con la cara lavada y que eso se admita. La imagen funciona en un estreno, en una alfombra roja.

¿De donde sale su inspiración para dar forma a los personajes?

Lo primero es leer bien la historia, saber qué quiere proponer el director y dárselo con el alma. Hay que tocar bien el violín porque él es el que lleva la batuta. Partiendo del guión, estudio lo que dicen del personaje los otros personajes, y preparo lo que yo entiendo que quiere decir y no dice. No veo donde acaba, sino donde empieza para conocer de dónde viene y dónde va, y sus razones para hacer lo que hace. Todo ayuda a encontrar el personaje –maquillaje, peluquería, vestuario…–. Cuando el personaje está muy fuera de mí, miro a mi alrededor. A veces voy por la calle y pienso que el personaje se parece a una persona que acabo de ver, que tiene sus matices, sus colores. Y a partir de ahí empiezo a jugar.

¿Qué tiene que tener un personaje para que le atraiga?

Un personaje es bueno en la medida en que la historia y el director lo son. Es un todo. Puedo pensar que el personaje tiene matices, una curva de sentimientos que te hace pasar de la nada al todo, pero si eso no se ve, si está en el aire, si la historia no funciona y el director no tiene muy claro que hacer con aquello…

¿Se ha encontrado con muchos directores indecisos?

Hay cineastas que admiten la discusión y las dudas y otros no porque tus propuestas les provocan inseguridad. Hacer una película es caro, los equipos trabajan muy duro, hay que cumplir los horarios y no puedes perder energía en debates. Hay que ser humilde. Una siempre quiere estar maravillosa en todos los planos, pero esto no depende solo de ti.

Cuando actúa, ¿quién gana la batalla, el sufrimiento o el placer?

La responsabilidad. Siempre trato de pasarlo bien. Hay momentos en que todo fluye y se toca la inspiración, que te sale de dentro y hace que las cosas funcionen. Y se pasa muy mal cuando no consigues entrar en la historia y no tienes comunicación con los compañeros.

¿Tiene una filosofía de trabajo?

Concentrarme todo lo que puedo y dejar que la energía se libere. La técnica es centrarme en el tengo que estar aquí, y a partir de ahí se puede hacer todo.

¿Cuál ha sido su mayor reto?

La primera protagonista que hice con Pedro Almodóvar fue Tacones lejanos. Era la madre de Victoria Abril y me preocupaba que la diferencia de edad no fuera suficiente para la credibilidad de mi personaje. Y el playback ‘Piensa en mí’ era un salto en el vacío, tuve muchas dificultades. Afortunadamente, Pedro me fue conduciendo y fue un exitazo. Pero todas las películas tienen su dificultad, en todas puede aparecer algo que no esperabas.

De su trayectoria, ¿cuál ha sido el personaje con el que se ha sentido más poderosa?

No tengo personajes, tengo películas.

¿Qué película de Marisa Paredes le gustaría rescatar?

Debería haber funcionado mejor La reina anónima, de Gonzalo Suárez. Pienso que tenía que haber tenido una carrera comercial superior. Tiene humor, gracia, crítica, tiene lo que es Gonzalo, pero no se vio.

 

Foto: ©Enrique Cidoncha

 

Quiere a la cámara como a ti misma

Se ha puesto en manos de muchos y muy distintos cineastas, ¿le ha tentado alguna vez dirigir?

No. En el teatro alguna vez me lo han propuesto, pero la técnica cinematográfica es muy complicada. Es mejor confiar en la gente que sabe y conoce bien su oficio.

¿Cuál ha sido el mejor consejo que le han dado?

(Se toma su tiempo para responder). Quiere a la cámara como a ti misma. La cámara te tiene que querer y tú tienes que querer a la cámara para que sienta tu calor, tu cercanía. Es un ojo que no te tiene que asustar.

Cuando su única hija le dijo que quería ser actriz, ¿le dio algún aviso?

Mi pregunta fue ¿estás segura? María ha vivido todos los momentos, los buenos, los malos, los tristes, alegres… Me preocupaba que la compararan conmigo. Afortunadamente ella ha sido muy prudente, no ha sido la hija de, y lo que ha conseguido ha sido por su talento. Sí le dije que tuviera mucha paciencia y fuerza, que se fijara en los grandes y que estudiara porque cuanto más se sabe, mejor. Y que fuera como una esponja para absorberlo todo.

¿Le sirven las críticas?

Si digo que no me importan, mentiría. Está claro que a todo el mundo no le puede gustar lo que haces ni cómo lo haces. Hay que ser humildes. Las malas afectan porque tienen que ver con que no lo has conseguido, no se ha entendido lo que has querido hacer. Lo que tú querías no está, y eso hace daño. A las buenas críticas no hay que hacerles caso para no venirte arriba, hay que relativizar

¿Es una espectadora exigente?

Sí. Cuando voy al cine me informo, y luego me dejo llevar.

¿Es asidua del cine español?

Sí. Me gusta lo que se está haciendo y cómo se está haciendo, a pesar de las muchas dificultades que hay para levantar películas. Hay jóvenes creadores con una gran capacidad de riesgo y una gran entrega.

¿Hay machismo en nuestro cine?

Cada vez menos. Cada vez hay más directoras y estas abordan los problemas de las mujeres. Como dice Arturo Ripstein, el problema no es lo que tengas entre las piernas, es una cuestión de sensibilidad. El cine retrata el rol de la mujer en la sociedad actual, antes las mujeres eran en el elemento pasivo, pero esto ha cambiado porque la sociedad ha avanzado, y el cine tiene que representar la fantasía y también la realidad. Cuando el espectador reconoce lo que le cuentan se siente más implicado, le resulta más fácil entrar en la historia.

Fue la segunda actriz que presidió la Academia de Cine. Le tocó ser embajadora de nuestra cinematografía en una etapa agitada.

La guerra de Iraq. Me siento muy orgullosa porque dimos un paso adelante que enseguida siguió la sociedad. Todos pensaban que esa guerra y esas mentiras eran una barbaridad. Fue muy importante que en los Goya de 2003 se dijera ‘no a la guerra’. Un recuerdo imborrable.

Como presidenta conocí el cine desde muy distintos ángulos, y todos con problemas. Muchos de ellos, lamentablemente, no se han resuelto.

Tiene pendiente el estreno de Petra, de Jaime Rosales.

Es un trabajo diferente a todo lo que he hecho hasta ahora y cuyo resultado es una incógnita para mí. El propio Jaime me ha dicho que es la película más difícil que ha realizado. Ha sido un descubrimiento porque la interpretación que quería Jaime de mí me ha hecho buscar y encontrar cosas que no imaginaba que podía expresar.