«Muchos hijos, un mono y un castillo es el final de algo importante en mi vida»

Foto: ©Jorge Fuembuena

Gustavo Salmerón se alzó con el Goya a Mejor Película Documental en la 32 edición de los premios

Muchos hijos, un mono y un castillo no es solo el documental español del año. Es la vida multiplicada por la vida. El salto a la piscina (de cabeza) de Gustavo Salmerón. La búsqueda de una reliquia familiar en forma de vértebras. Es el encuentro con un tenedor extensible, una garrota con luz, unas tijerillas, un portal de belén perenne y un implacable ‘esto me sirve’. Son 14 años de rodaje reconvertidos en 90 minutos de culto. 467.000 euros en taquilla y 18.000 espectadores (de momento). El retrato luminoso y tierno de una pareja que se conquista y se sueña aún a costa del tiempo. La crónica lúcida de una España compleja, frente a frente consigo misma. Son los tres sueños cumplidos de una madre bigger than life y los tres sueños en ciernes de un realizador con todo por ofrecer. Es, para su director, el final de algo importante. Muchos hijos, un mono y un castillo es la despedida de un tiempo que no volverá. La irrupción y toma de tierra del huracán Julita. Julita forever.

Por Juan MG Morán


¿En qué se parece Muchos hijos, un mono y un castillo al documental que ideó en su original? ¿El proyecto ha mutado y se ha construido en el proceso?

Es muy habitual en el mundo del documental que los directores empiecen haciendo una obra sobre un tema concreto y al final la película acabe siendo otra cosa completamente distinta. Como ocurrió con Capturing the Friedmans, que era un documental sobre payasos en Nueva York y acabó tratando sobre una familia de supuestos pederastas.

En mi caso, el documental original era sobre la matanza de un cerdo, que nunca se debió sacrificar porque se había convertido en la mascota familiar, pero que matamos en el castillo y fue todo un drama. También de cómo mi madre se identificaba con la grasa del cerdo y las reflexiones surrealistas que tenía sobre la muerte del cerdo y su propia muerte. Eso me dio pie para comenzar un rodaje sobre la historia de España a través del cerdo. Un proyecto que fue mutando con los años hasta lo que finalmente es ahora, algo mucho más complejo y universal.

En los catorce años que estuvo rodando, ¿dudó que el material tuviera sentido cinematográfico?

Muchas veces perdí la esperanza por no ser capaz de dar forma a tanta cantidad de horas grabadas. Pero cuando tenía dudas seguía grabando y buscando, porque sabía que había mucho potencial en la protagonista, su historia y la historia familiar. A veces pensaba: ‘Bueno, si finalmente no soy capaz de montarlo, alguien más listo que yo encontrará el material y lo montará cuando me muera’. Así que me lo tomé como una búsqueda personal, en la que el proceso de hacer la película iba ligado a algo más profundo, un reencuentro con mi familia, aceptando los desencuentros y celebrando los encuentros. Como haría cualquier actor, que trabaja con cierto rigor, a la hora de interpretar un personaje lo hace sin juzgarlo, desde la comprensión y la compasión profunda. Y eso al final se revela como una celebración de la vida, que creo que es el poso que te deja la película.

“Estoy colgado con ella a perpetuidad”, dice Carlos Boyero de su madre. ¿Qué tiene Julita que ha cautivado y calado hondo en todo aquel que ha visto la película?

Tiene sentido del ritmo y es buena oradora, además tiene muchísima naturalidad, espontaneidad, empatía, telegenia, poco sentido del ridículo, sentido del humor, inocencia, es imprevisible, traviesa y muy contradictoria. Como las buenas actrices sabe como hacer imaginar al espectador. Además de tener una visión del mundo un tanto surrealista y ser políticamente incorrecta. Tiene además zonas oscuras que son muy interesante como contraste para las más luminosas. Pero sobre todo vive en una especie de realidad paralela, un mundo de fantasía que ella ha creado.

¿La familia sigue siendo una de las mejores fuentes de inspiración posibles? Es algo que también ha comentado Carla Simón al hilo de su Estiu 1993.

Con la familia pasas tu infancia y esta etapa marca irremediablemente aquello en lo que nos vamos a convertir. Para cualquier artista estos años son los cimientos de sus creaciones. Creo que cuando se tiene poca experiencia como yo, tu propia  familia es un buen tema para comenzar a dirigir, porque es algo que conoces bien, y para hacer una buena película es importante conocer bien el tema.

¿Qué fue lo más complicado de trabajar en familia?

Quizá fue hacerles entender que tenían que estar en silencio cuando no estaban en plano, pero sin que se perdiera la naturalidad en el rodaje. Era un equilibrio difícil mantener la concentración y al mismo tiempo mantener ese caos tan atractivo.

¿Se puede contar España a través de la figura de una madre?

Se puede hablar del universo entero a través de la figura de una hormiga, así que con una madre hay muchas más posibilidades.

Vivir, encontrar y rodar

Su propuesta en este filme no es nada tópica ni acomodaticia. ¿Qué documentales le han atrapado en su carrera como cineasta?

Hay muchísimos documentales que me han inspirado o me han gustado. Mi reto era hacer algo sin voz en off y sin entrevistas al estilo de cabezas parlantes. Quería algo muy verdadero con estructura de película de comedia. En España mi documental favorito de todos los tiempos es Queridísimos verdugos, de Basilio Martín Patino. También es un documental de cabecera El desencanto, de Jaime Chávarri, pero el que por encima de todos más me ha inspirado es Grey Gardens, de los hermanos Maysles.

Pero aún me he nutrido más de las películas de ficción. Bergman, Kubrick, Fellini, Kurosawa, Polanski, Billy Wilder, los Hermanos Marx o Cassavetes, que me ha influido a la hora de encarar la manera de rodar la película. Aunque quizá mi director favorito de todos los tiempos es Buñuel.

Su ópera prima como realizador ganó en Karlovy Vary. ¿El triunfo del filme en la República Checa ha marcado el recorrido de la película?

Sí, fue el pistoletazo de salida a una carrera internacional, la verdad que hasta ahora imparable. Después llegó Toronto y las excelentes críticas internacionales, San Sebastian y los tres premios solo en EE.UU. Además, ahora comienza una gira mundial por festivales como Cartagena de Indias, Miami, San Francisco, Hong Kong, etc.

Estoy especialmente contento porque hace solo unas semanas hemos ganado el premio más prestigioso del documental que existe: el Cinema Eye Honors, en Nueva York.

En el agradecimiento del Goya cedió casi en su totalidad la palabra a su madre. ¿A quién le debe este Goya Gustavo Salmerón?

Por supuesto a mi madre, pero también a mi padre. Sin él, ella no brillaría igual. Es un secundario de lujo. Ojalá si llego a su edad tenga esa elegancia. También a mis hermanos, que por falta de tiempo en los Goya no les pude agradecer todo lo que han hecho por la película estos años. Ellos son el gran coro que sujeta la historia, están al servicio también de la protagonista para que brille. Como en los equipos de ciclistas, todos al servicio del lider.

Tampoco tuve tiempo de nombrar a los montadores Raúl de Torres y Dani Urdiales, que son unos héroes; a Nacho Mastretta, por su extraordinaria banda sonora; a Beatriz Montañez, por su labor de guión durante tanto tiempo; a Elena Anaya, por regalarme la cámara con la que he rodado todos estos años; y a tantos otros amigos y colaboradores como Vicente Peñarrocha, Javier Corcuera y Martin Eller, que durante años han colaborado en la película. Y a Deluxe, porque sin ellos no hubiese podido acabarla.

¿Se ríe este país lo suficiente de sí mismo?

Nos reímos mucho, pero de los otros. Sería conveniente reírnos más de nosotros mismos. Reírse de uno mismo es una manera muy sana de relativizar y superar los infortunios. Creo que en la película hemos conseguido que el espectador se meta dentro de nuestras vidas y se ría con nosotros, como un miembro más de la familia.

Los proyectos personales cuestan esfuerzos ímprobos. ¿Qué ocurre cuando hacer cine se torna en una labor tan esforzada?

Al tardar tanto en levantar una película, el paso del tiempo te sirve para madurar más el guión, el montaje… y todo esté más reposado. Pero hay mayor desgaste físico y emocional. Todo está en contra y estás muy alejado de los puestos de poder, pero es precisamente eso lo que hace que tengas que buscar soluciones creativas, porque de otra manera te hubieras acomodado. Es también difícil no perder la libertad artística con presupuestos altos.

¿Dónde pone la mirada tras su éxito en los Goya? ¿Nos regalará otro trabajo como director?

Tengo varios proyectos que quiero emprender. Pero, de momento, acompañaré la película por festivales internacionales.

¿Aparcará su carrera como actor?

Mi oficio de actor nunca lo abandonaré, creo que lo seré hasta que me muera. Y cuantas más películas haga como director mejor actor seré.

¿Es Muchos hijos, un mono y un castillo un cambio de tercio en su carrera?

Sí, es un final de algo importante en mi vida. Es también un homenaje a mi familia y una despedida de un tiempo que no volverá.

Julita tenía tres sueños y todos los cumplió, ¿cuáles serían a día de hoy los tres sueños de Gustavo Salmerón?

Vivir de mi profesión de actor y director dignamente, encontrar un lugar en el que ser feliz acompañado de esas personas queridas que te hacen aún más feliz y rodar una película sobre el más allá.