Eva Llorach: “Quiero ser una actriz que trabaja”

Entrevista a la ganadora del Goya a Mejor Actriz Revelación por ¿Quién te cantará?


Por Enrique F. Aparicio |

Para los iniciados en el esquivo cine independiente nacional, Eva Llorach no es ninguna revelación. Nacho Vigalondo, Juan Cavestany, Jordi Costa y Carlos Vermut la convirtieron en rostro habitual del indie español; o al menos todo lo habitual que puede ser un rostro en el indie español. Para no “morir en la espera” entre los márgenes y las salas de multicine, Llorach se bregó en teatro y dirigiendo cortos. Tras atravesar una temporada en el desierto, al otro lado se encontró de nuevo a Vermut, con un papel para el que habían hecho pruebas “todas las actrices importantes del cine español”, y que se ganó por méritos propios. Su misteriosa Violeta de Quién te cantará, enjaulada entre una maternidad de pesadilla y una identidad disuelta en sueños de grandeza, le ha valido un Goya revelación que interpreta como un premio por “haber resistido en la incertidumbre”.

 

¿Le ha dado tiempo a asimilar el Goya a Mejor Actriz Revelación?
Cada vez que lo veo en le salón me sobresalto. El Goya tiene un poder de atracción tremendo, todo el mundo quiere tocarlo y hacerse fotos con él. A partir de ahora no sé si mis amigos me van a querer por mí o por el Goya.

En su caso, este galardón más que pistoletazo de salida puede ser interpretado como un premio a la constancia.
Todo el amor y los comentarios que estoy recibiendo van en esa línea. He visto la cara que se me quedó cuando dicen mi nombre, y lanzo un suspiro casi de alivio. Se te cruzan en la mente todo el esfuerzo, todo el trabajo, toda la frustración y todos los miedos. En la carrera de actor la constancia es muy importante, porque la mayoría se quedan por el camino. Es muy difícil aguantar tanta incertidumbre.

¿Le ha revelado algo este Goya de sí misma o de su profesión?
Que se puede conseguir. Siendo prudente, sin extrapolar mi caso a ningún otro, porque me parece muy peligroso decirle a la gente que si se esfuerza mucho lo va a conseguir. Muchas veces no pasa. Pero en mi caso, esa valentía que me decían que tenía al haber dejado todo por la interpretación, ha servido para que se me reconozca. Se me ha revelado que tus pasiones pueden darte mucha felicidad. No me hacía falta el Goya para que actuar me haga feliz, pero sí sirve de reconocimiento.

Carlos Vermut la descubrió por Internet, cuando preparaba Diamond Flash.
Puso un anuncio en Internet para buscar actores para su película. Yo acababa de llegar a Madrid y me pasaba horas delante del ordenador buscando trabajo. Le escribí y me llegó una separata en la que ya vi algo excepcional: era una de las escenas más complicadas de la película y aluciné. Carlos me pareció alguien fuera de la común, y lo confirmé cuando le conocí.

Ahora es fácil leer Diamond Flash como una película iniciática, el origen de algo grande e importante. ¿Mientras la rodaba, pensó que así sería?
Se veía el talento de Carlos, la crítica se volcó con ella enseguida. No es tan frecuente descubrir un director nuevo con una voz propia, con una oscuridad y un trasfondo. Cuando comencé a trabajar mi personaje y descubrí la profundidad que tenía, supe que Carlos iba a hacer cosas importantes.

Después vinieron Gente en sitios, La lava en los labios… ¿había algo de militancia en esa figura de musa del cine indie?
No fue premeditado, era lo que me llegaba. Carlos Vermut se convirtió en un referente del cine independiente y esos directores querían trabajar conmigo: Vigalondo, Cavestany, Jordi Costa. En este país no existe un trasvase del cine independiente al comercial; en EE. UU., cuando alguien triunfa en el cine independiente enseguida se le ficha para el comercial. Aquí son dos mundos muy lejanos.

Según AISGE, solo el 8% de los actores y actrices de España vive de su profesión.
Ahora me doy cuenta de que siempre he tenido una fe ciega en que yo iba a poder vivir de esto. Necesité muchos apoyos, sobre todo el de mi familia, que aunque no estuvieran demasiado conformes con la vida que había elegido, nunca dejaron de sostenerme. Los intérpretes, que trabajamos con nosotros mismos como herramienta, manejamos un material tan sensible que es prácticamente imposible compaginar un trabajo fuera de la actuación con esto.

Trabajamos con nuestra propia materia y, además del tiempo, los trabajos alimenticios te quitan tanta energía vital que es muy complicado fluctuar entre los dos mundos. A los actores no nos subvencionan la vida para que nos podamos dedicar al arte. Hay que tener una fe ciega, una esperanza incombustible y una confianza en que puedes hacer las cosas.

Ha dirigido cortos y ha hecho teatro para no “morir en la espera”.
Los actores a veces nos vemos obligados a generar nuestros propios proyectos, que está muy bien porque aprendes muchísimo. Cuando tienes una pulsión creadora no puedes quedarte en tu casa esperando a que te llamen. Ahora mismo tengo un proyecto teatral en la cabeza que montaré si hace falta para no quedarme quieta.

Cuando se supo que Vermut tenía un guión con dos personajes femeninos potentes, todas las actrices de España llamaron a su puerta.
¡Todas! Nombres muy, muy importantes hicieron pruebas para el personaje de Violeta, y todavía no me puedo creer que yo esté ahí. Lo bonito es que estoy por méritos propios, porque lo he hablado con Carlos y recuerdo una conversación en que me dijo: “olvídate. Esta película es lo más importante que he hecho y solo le daría este papel a la mejor opción posible”. Estoy muy orgullosa porque las pruebas fueron muy duras y las superé.

En el personaje de la diva Lila Cassen se pueden rastrear influencias y modelos. ¿Cuáles usó con Vermut para construir a Violeta?
Carlos me dio algunas claves a nivel de personaje, algunas películas de referencia, algunos papeles de Jeanne Moreau; pero sobre todo hicimos hincapié en ese aire misterioso, en que lo dijera todo con la mirada. Había varias dimensiones, partiendo de su obsesión por Lila, que yo trabajé con la figura de Najwa, viendo todos sus vídeos, aprendiéndome todas sus canciones… Por otro lado, la parte maternal la trabajé viendo muchos programas de Hermano mayor, en el que hay casos reales con esas relaciones horribles entre padres e hijos. Y lo más importante, usé con mis propios miedos y frustraciones. Cuando rodamos, hacía tiempo que no trabajaba, y esa frustración la volqué con mucha fuerza. Me dejé la piel en un personaje complejo que podía caer fácilmente en la psicopatía.

 

Foto: ©Alberto Ortega

Violeta solo se encuentra a sí misma transformándose en otra, lo cual es un discurso original sobre todo en un personaje que es madre.
Para ella la maternidad supone acabar con su sueño; el día que nace su hija, deja de cantar. Se convierte en una persona frustrada que solo se encuentra a sí misma fagocitando a otra persona.

No se suele hablar de la maternidad en esos términos, ni en el cine ni en la vida.
No, y es una cosa que nos une a Carlos y a mí. El primer corto que dirigí habla de eso, sobre una relación con la maternidad de auténtico terror. Es peligroso que una mujer hable de esto abiertamente, dependiendo de a quién se lo cuentes puede imposibilitarte hacer determinadas cosas. Es una decisión para toda la vida y es indicativo que las mujeres tengamos reparos a la hora de hablar de ello. Es un tema que suscita polémica, aunque cada vez hay más mujeres que alzan la voz y expresan que no quieren ser madres, entre las que me encuentro.
Ser madre es una opción de vida, pero hay muchas más, y una mujer no tiene por qué necesitar eso para sentirse realizada. Desde la adolescencia lo tuve claro, hay otro tipo de relaciones que me llenan más, y también mi profesión. Y, si en algún momento lo he dudado, ha sido por presión social. Llegas a creer que te falta algo y no es verdad.

Tenía el deseo de hacerse ‘un Frances McDormand’ y le salió bien.
¡Menos mal! Ahora que he podido ver el discurso, me he emocionado. No lo voy a olvidar.

“Sois muy pocas”, dijo cuando se levantaron las mujeres nominadas.
Había leído el número de nominadas frente a nominados y pensaba: esto no es posible, porque no es real. Faltan oportunidades, gente que apueste por nosotras a todos los niveles. Somos capaces de hacer películas de acción, de terror… Esto tiene que cambiar.

¿Hay alguna tarea que considere prioritaria?
No tengo un conocimiento tan profundo de la industria, pero es evidente que el cine sigue siendo de los hombres: ellos son los que escriben y dirigen mayoritariamente. Y dan una visión sesgada de la mujer. Faltan mujeres creadoras, pero también que produzcan.

Hay chicas Almodóvar y a usted la podríamos bautizar como chica Vermut, pero no hay tan claramente chicas con un nombre de directora detrás.
Es muy importante tener referentes para las directoras que empiezan, porque siguen siendo eminentemente masculinos. Ahí están Arantxa Echevarría, Celia Rico o Judith Colell, que espero que se conviertan en esos referentes. Para eso tienen que confiar en ellas, tienen que darles proyectos grandes.

¿En qué tipo de actriz le gustaría convertirse?
En una actriz que trabaja.