Un antes y un después | Camarón: flamenco y revolución


Por Alexis Morante |


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ecuerdo cómo me impactó ver, cuando tenía 13 años, el entierro de Camarón por la televisión. Las imágenes sobrecogían: fue multitudinario, lleno de sentimiento. Aquello se me quedó grabado. ¿Quién era esa persona que tanta pasión provocaba incluso en su muerte? ¿De quién se quedaban huérfanos los gitanos? ¿Por qué revolucionó el flamenco en particular y la música en general?

Cuando me propusieron realizar una película sobre Camarón, lo primero que se me vino a la cabeza fue ese entierro. Tenía que empezar y acabar la película con esa escena. Todo lo demás sería explicar el porqué de un entierro así, el nacimiento de un mito.

En Camarón: flamenco y revolución, nos sumergimos en su vida en riguroso presente del pasado. La película está construida a través de material de archivo y de imágenes oníricas, guiado por la voz añeja, sabia y algo burlona de un narrador que cuenta lo que pasa como si estuviera ocurriendo en estos momentos. Que toma partido, que opina, que se apasiona con acento andaluz. Para eso hemos contado con un actor de la talla de Juan Diego, que nos ha regalado una interpretación magistral.  No podía ser otro.

Contar la historia de Camarón ha supuesto asumir la responsabilidad de transmitir de alguien único e irrepetible, de un artista universal, una rock star, un antes y un después, un referente, una leyenda de la música del siglo XX. Camarón es un mito que, como tal, pagó el precio de serlo con una vida llena de luces y sombras, con un final atormentado y con una muerte que convirtió al mito en inmortal para siempre.

Haber contado con el respaldo del público y la crítica es lo mejor que le podía pasar al proyecto, a Camarón y a todos nosotros. Después de tanto esfuerzo y cariño, es un honor recibir las nominaciones a premios como los Goya, junto a otros grandes documentales de 2018.

Cuando el día del estreno en el Festival de Málaga nos juntamos el equipo de la película y la familia de Camarón, la magia del mito aún seguía viva. Recuerdo un familiar de Camarón que me dijo que, al verla, cuando se acercaba el final, pensaba emocionado que ojalá la proyección no se acabara nunca, que a ver si esta vez no se moría. Para mí eso es el cine. Volver a vivir aquello que ya no puede ser en la vida real.