Y el Goya de Honor es para…

Logroño, 1926 – Madrid, 2008

Poco asiduo a prodigarse actos públicos, estuvo ausente en la gala de 1998 donde le otorgaron el Goya de Honor. Ya lo dijo Luis García Berlanga cuando se disponía a entregar el galardón al actor Miguel Rellán en nombre de Rafael Azcona, en un alarde bromista, respecto a lo que poco que se dejaba ver el cineasta: “he pasado la vida intentando convencer a mis contemporáneos de que Azcona no existía, de que era un seudónimo mío”.

Pero existió y no solo eso, sino que su obra ha quedado en la memoria colectiva, pues se forjó una brillante y prolífica carrera como guionista, trabajando con los más célebres directores, entre ellos Berlanga, Carlos Saura, Juan Antonio Bardem y Fernando Trueba.

Rafael Azcona comenzó en el mundo de las letras como poeta y novelista, escribiendo algunas historias que luego adaptaría a guión como El pisito (Marco Ferreri, 1958), su primer largometraje. Una hilarante historia, narrada en clave neorrealista, sobre un hombre joven que se casa con una octogenaria para heredar su piso.

Su segunda adaptación fue El cochecito (1960), basada en su relato ‘Paralítico’, de la obra Pobre, paralítico y muerto, de nuevo junto a Ferreri. Fue una historia que extrajo de hechos reales, cuando salía un día de ver un partido de fútbol y observó cómo un animado grupo en pequeños cochecitos de inválido vitoreaban a su equipo.

Lo cierto es que se movía con pez en el agua en la tragicomedia y el humor negro, géneros que cultivó en muchas de sus películas, especialmente, junto a Luis García Berlanga en títulos como Plácido (1961), El verdugo (1963) o en la saga de los Leguineche: La escopeta nacional (1978), Patrimonio Nacional (1980) y Nacional III (1982).

Su humor radical, que revela las trágicas paradojas del ser humano y su rigor dramatúrgico también atrajeron a otros directores con los que Azcona trabajó mano a mano, como Carlos Saura, con quien hizo Peppermint Frappé (1967), El jardín de las delicias (1970), Ana y los lobos (1972), La prima Angélica (1973) y ¡Ay, Carmela! (1990); o Fernando Trueba, para el que firmó guiones como el de la oscarizada Belle époque (1992).