Anita no pierde el tren

Anita ve como las más de tres décadas en las que ha trabajado como taquillera en un cine de barrio se hunden literalmente: derriban el local para construir unas multisalas y la prejubilan porque no liga con la nueva imagen de la empresa. A partir de ese día acaba yendo como por inercia al descampado dónde una constructora está levantando las nuevas salas. Por una jugada del azar acaba enamorada del hombre que lleva la excavadora. El está casado y ambos saben que es una relación sin perspectivas, pero a pesar de todo los dos consiguen gracias a sus encuentros clandestinos, abrir una puerta de esperanza para el futuro.